El Día C y cómo casi entrevisto a una IA, por Víctor Palau

Escribo esto desde la sala de embarque del aeropuerto de San Sebastián. Con el vuelo retrasado, que me llevará a una pequeña odisea hasta Barcelona y luego a Valencia. Llegaré tarde, sospecho que muy tarde. Mis dos gatas, la humana y la peluda, seguro que me esperan con ganas de darnos besos y abrazos. Cada vez me gusta menos viajar solo. Pero algunos viajes son muy interesantes. Por primera vez he asistido al festival del Club de Creatividad (antes de Creativos), que, como decía el presentador David Broncano, les ha costado un porrón de años cambiarlo para hacerlo más inclusivo. Y más les valía, porque la cantidad de mujeres con talento que pueblan el sector de la publicidad es apabullante. Las primeras veces siempre tienen ese cosquilleo entre la incertidumbre de no saber dónde te metes y la esperanza de descubrir nuevos mundos. Y ambas se han cumplido. Unos nuevos partners, la agencia Tangity —que espero que sean más que eso y se conviertan en amigos— han permitido realizar una serie de entrevistas con los protagonistas del festival y del sector: agencias, profesionales, empresas… Nos han permitido entrar en este mundo de la publicidad que no sé por qué está siempre tan separado del diseño. La primera sorpresa es comprobar que Gràffica no es una desconocida en este escenario. De hecho, un montón de amigos tienen una pata allí y otra aquí, y descubres que muchos de los grandes profesionales del diseño también son muy grandes en el mundo de las agencias, de la publicidad. Hablamos y hablamos de unas cosas y de otras, de cómo el branding, la publi, la creatividad están en estos momentos. De cómo la mayoría coincide en la visión de que la tecnología lo está cambiando todo. Y coincide con lo que ya abordamos en nuestro documental El Futuro del Ayer, que sin darnos cuenta se ha ido colando en nuestras vidas profesionales hasta cambiarlas para siempre. Hablamos de inteligencia artificial, por supuesto. Es el elefante en la sala que nadie quiere obviar y que, más allá de lo que se lee en las redes, todo el mundo ha abrazado en el sector sin hacerle ascos. Todos —o casi todos— exploran y adivinan que es algo que, a pesar de algunos haters catastrofistas o incluso terraplanistas, nos va a ayudar a crear más y mejor. El Club de Creatividad consigue algo increíble: juntar a todo el sector en una fiesta donde, más allá de sus guerras internas —que desconozco, aunque no tengo dudas de que existen—, todo el mundo disfruta del talento, de la creatividad, del respeto por su historia y por aquellos que les precedieron. Es un sector gigante, que claramente es capaz de cambiar el mundo. Un mundo complejo, que ellos mismos saben gestionar como pocos sectores. La publi ya no es solo un spot. Ahora hay toda una serie de canales, soportes y maneras que, tan solo hace una década, serían impensables. Dedicarse a la publi es algo más que tener buenas ideas —que eso siempre será la base—, pero ahora hay tecnología, sociología, cine, diseño, ingenio, internet, redes, conocimiento, cultura, juventud… Un sector gigante si lo comparamos con la precariedad del diseño gráfico. Las agencias no son autoempleo, como ocurre en la mayoría de estudios de diseño: son equipos, en algunos casos, gigantes. Y eso es bueno, aunque vistos sus timmings y estreses, no parece que hayan cambiado tanto desde hace décadas. Ellos también son cultura visual, ese término que utilizamos nosotros para explicar a qué nos dedicamos. Ahí está metido todo. Todo a la vez. No es tipografía, no es color, composición o buenas y acertadas palabras… es todo eso en movimiento y en acción. Entrevisté a gente muy interesante. CMOs de empresas gigantes que viven esto de la creatividad como motor de sus marcas y de sus productos; a intelectuales como Remedios Zafra —que es un amor—; a cantantes como L.A. (descubrimiento para mí), que son un regalo; a presentadoras de televisión como Minerva Piquero o expertos en televisión y radio como Paco Vaquero; la emocional Brenda Cohen; directores de medios como Mondo Sonoro; diseñadoras o ilustradoras como Meritxell Casamira y Alba Prado; especialistas en redes como Isabelita Virtual, que está trabajando dentro de OpenAI, y aunque no nos contó gran cosa, da mucha esperanza que te explique que se están tomando en serio lo de hacer las cosas bien. La entrevista más sorprendente fue la de Laia Grassi. Y no porque sea una especialista en IA, que es algo que no sorprende, sino por el contexto. Hace unas semanas, una agencia de prensa nos envió una petición de entrevista a una directora del primer documental hecho íntegramente con IA. Me pasaron la preview del mismo y, después de verlo, pensé que sería interesante abordar el tema del cómo y por qué del proyecto. Y acepté. Enviamos las preguntas por mail y, a los pocos días —hace tan solo una semana—, recibimos las respuestas. Todo lo esperado. Un discurso claro, sin demasiadas sorpresas. A la agencia que nos pasaba el contacto le pedí una foto de la directora, ya que al hacer una entrevista queda muy bien que aparezca la persona entrevistada. Al recibir la foto, me quedé de piedra. Y empecé a sospechar. La foto era de esas que tienen esa pátina de IA inconfundible. Era una chica rubia, con ojos azules, muy guapa y atractiva, con ese aspecto de perfección que puedes ver en las redes de las chicas creadas con inteligencia artificial. Y ahí me di cuenta del nombre de la directora: Laia. LaIA. Pensé de inmediato: me la han colado. No existe la tal Laia Grassi, pensé. Como estoy siempre con líos y viajes, lo dejé aparcado con la idea de llamar a la agencia y pedirles explicaciones ante tal engaño. El pasado viernes llegué al festival El Día C y empecé las entrevistas en un set magnífico que me había preparado todo el equipo de Tangity. Alfombra, sillas, focos, cuatro cámaras, sonidista… Qué maravilla cuando solo te tienes que encargar de preparar las entrevistas y preocuparte de entablar una agradable conversación. A mitad de mañana aparece una chica que espera su turno para la entrevista. La microfonan, me la presentan —soy muy malo para atender a los nombres de las personas— y todo el rato en mi cabeza estaba pensando: creo que la conozco, creo que la conozco. Pero no atino a saber quién es. A todos los invitados les empezamos preguntando quiénes son y a qué se dedican —que así, además de darnos pie, lo tenemos registrado para producción—. Y con ese pensamiento de “¿quién es, quién es?”, de repente, a mitad de entrevista, se me conecta una neurona y recuerdo… ¡es ella! La de la foto hecha con inteligencia artificial. El avatar digital que me pasaron como directora del primer documental hecho con IA. Y siendo muy irrespetuoso, la interrumpo a mitad de respuesta y le digo: “Perdona, perdona, perdona… ¿tú eres la directora del primer documental hecho con IA? Te he hecho una entrevista hace una semana, ¿verdad?”. Ella me dijo: “Ah, sí, ¡es verdad! Soy yo”. Y ahí me explotó la cabeza. Existes de verdad, no eres una realidad virtual. Nos reímos a carcajadas… ¡qué divertido! Laia, perdona por contar esta intimidad, pero es de esas cosas que creo nos van a pasar muy a menudo a partir de ahora: dudar todo el rato de la realidad. Más allá de esto, me reconforta ver cómo hay sectores tan potentes como este, donde son capaces de convocar a miles de personas en un auditorio al más puro estilo gala de los Óscars. Me alegra que haya profesionales y grupos de personas que saben cómo fortalecer el sector y cómo aunar fuerzas para ser más y mejores. Algunos, en el mundo del diseño, tendrían que hacérselo mirar. Y también me vuelvo feliz de haber estado en primera fila —gracias, Julio—, justo detrás del admirado Toni Segarra, y haber disfrutado de una gala que algunos dicen que les aburre y a mí me divirtió y emocionó. Cómo no me va a gustar ver a gente feliz, siendo recompensada por su esfuerzo creativo. Es una alegría inmensa. Si es por mí, el año que viene me tienen allí otra vez.

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